Decir lo que hacemos, hacer lo que decimos

Ya comenté anteriormente que estamos en un grupo de crianza y las sesiones son siempre interesantes y productivas. En la última reunión se trató una cuestión que, de nuevo, una vez hablamos de ella nos parece obvia, pero que no pensamos en ella habitualmente. Se trata de comunicar a nuestros hijos cuales son nuestras intenciones, verbalizar en la medida de lo posible lo que vamos a hacer.

Decir lo que se hace, hacer lo que se dice

Foto de R’eyes distribuida con licencia CC-BY-2.0

La idea es no tratar a nuestros hijos como muñecos que manipulamos a nuestro antojo, por eso debemos comunicar lo que vamos a hacer. Y puede que manipular suene fuerte por la carga ideológica que conlleva, pero no contar con la su opinión, gustos, apetencias, los convertirá posiblemente en dependientes e iniciaremos un camino para anular su voluntad.

Recién nacidos, nuestros hijos, no oponen resistencia a nuestros actos, podemos bañarlos, cambiarles el pañal sin encontrar oposición. A veces caemos en la tentación de mecanizar estas acciones. La prisa, la falta de tiempo, nos lleva a no contar con ellos para tareas que en su escala son muy importantes y tratarlos como si no fueran sujeto de derechos, como si fueran menos persona que los adultos. Según van creciendo, su voluntad se va manifestando y cada vez se hace más necesario contar que vamos a hacer y buscar su colaboración, pero puede que nos demos cuenta tarde.

Verbalizar las acciones, decir lo que hacemos, cumple un triple propósito. Por una parte, nos ayuda a estar en el lugar en cuerpo y mente. Nos hace poner atención en lo que estamos haciendo y de esa forma dedicarle nuestro tiempo de forma plena y no como un trámite. En segundo lugar, favorece la cooperación de nuestros hijos y el establecimiento de hábitos basados en la confianza (va a suceder lo que te estoy contando, sin sorpresa). Y en último lugar, estimula la implantación del lenguaje.

Y si estamos hablando de que debemos decir lo que vamos a hacer, es importante recordar que nuestra palabra, para cualquiera, pero para nuestros hijos especialmente, debemos mantenerla por integridad, coherencia en los mensajes que damos. Hacer lo que decimos es necesario para que nuestros hijos confien en nuestra palabra. Y mantener así una relación sana y fluida.

Las reflexiones que comparto en este artículo son personales, no pueden ser tratadas como una verdad científica, ni como un estudio académico. Se trata de conclusiones, personales como digo, tras encontrarnos un grupo de padres y madres preocupados por la crianza de nuestros hijos. Y son reflexiones que comparto para iniciar un debate que beneficie a todos, pero sobre todo a nuestros hijos y la relación que mantenemos con ellos.

14 pensamientos en “Decir lo que hacemos, hacer lo que decimos

    • Yo también creo que los cuentos y las fábulas son una gran herramienta educativa. Con la peque mayor constantemente estoy inventando historias, ella decide que personajes y yo que sucede. Intento introducir conceptos educativos… intento, porque si «suena a rollo» la peque mayor me frena y me manda empezar otra vez.

  1. Yo lo aplico, pero no sólo.en acciones, también le explico… es decir, cuando estamos con la comida y yo voy a beber agua, ella que ahora tira la mano a todo, yo le explico, es un vaso y lo uso para beber agua. O que toque el vaso y decirle que es un vaso y que está frio. No se porqué, no había leido nada al respecto, pero me sale así.
    Un saludo

    • Sin duda, cuando estás preocupado por la crianza de tu hija y eres consciente de que ella es tu responsabilidad, en muchas ocasiones tomas decisiones que son inspiradas. Después con la tribu confirmas y te satisface.

  2. Me encantan tus posts. ¡Tienes tanta razón! pero claro, una cosa es decir y otra hacer. Ejemplo. Yo siempre trato de decirle a la mayor que no se grita e intento controlarme porque no soporto a los gritones ni a la gente que tiene el tono alto (me da igual que no estén enfadados, me molesta la gente que habla a gritos) Sin embargo cuando conduzco me convierto en otra porque, sí, sí, ya sé que no excusa pero me desesperan los atascos de Madrid, así que a veces, sóooooooooooolo a veces, lanzo el típico improperio al volante tipo: pero este está tonto o qué le pasa? más que nada lo hago para desahogarme porque el otro no me oye pero la que sí me escucha y la mar de bien es doña Tecla que, para mi vergüenza, me dice a sus dos años y 4 meses con el dedidto y sin gritar: mamáaaa, así nooooo, así nooooo. Otra incoherencia mía es la comida. Le explico las bondades de la fruta y la verdura y de repente me zampo un bollo a las cinco y media de la tarde. Claro, así no se puede. (Gema Lendoiro)

    • Gracias por tu piropo Gema. Como ya te comenté en Twitter, yo no soy perfecto. Intento educar a mis tres hij@s con la mejor de las intenciones, pero también caigo en incoherencias, pero si tengo muy claro que puedo mejorar, que puedo esforzarme por ell@s. Por eso estoy en el grupo de crianza, compartiendo experiencias, aprendiendo cosas nuevas. Y compartiendo en el blog aquellas cuestiones que creo pueden ayudar o inspirar a otros papás y mamás.
      Por cierto, a veces cuento también mis miserias (https://papadigital.wordpress.com/2012/06/18/llanto-inconsolable-nervios-y-una-mentira/) porque como te dije: no soy perfecto.

  3. Pues gracias por sacarme de dudas… es un alivio saber que no estoy loca. A mi bebé de 4 meses le echo el cuento de lo que voy a hacer la mayoría de las veces: te voy a bañar, a cambiarte el pañal, te voy a lavar y el agua está un poco fría, pero será rápido. Además le digo lo que yo hago: voy a comer, vamos a llamar a la abuela, etc. Siento que así aparto lo mecánico de tenerlo conmigo, lo incluyo y estoy consciente de lo que hago. Yo me siento bien, pero a veces pienso que soy una mamá rara.

  4. Pingback: ¿Cómo ser una mamá cruasán? No gracias | Papá Digital

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